El Nuevo Dia

Las problemáticas ventas de nuestro patrimonio nacional

Una mirada al valor histórico y cultural de las edificaciones emblemáticas en el Viejo San Juan que fueron vendidas

CARMEN DOLORES HERNÁNDEZ Especial El Nuevo Día

El Palacio Arzobispal de San Juan, sede -desde el siglo XVIII- de la máxima autoridad de la Iglesia Católica en Puerto Rico, y el edificio aledaño, construido como seminario a principios del XIX, son dos de los edificios más hermosos y emblemáticos de la ciudad de San Juan, que este año celebra los quinientos años de su traslado a la isleta donde se encuentra. Constituyen parte de un patrimonio edificado que da fe de la trayectoria de nuestro pueblo a lo largo de los siglos. El conjunto urbano de calles, iglesias, plazas, paseos, monumentos, fuertes y edificios públicos representa nuestra cultura, nuestra manera particular de vivir en sociedad.

Ya decaído a principios de los años cincuenta, el Viejo San Juan fue rescatado del deterioro y restituido a su antigua belleza gracias a un enorme esfuerzo de conservación encabezado por el entonces recién establecido Instituto de Cultura Puertorriqueña bajo su primer director, Ricardo Alegría (cuyo centenario celebramos este año). La hazaña ha sido reconocida mundialmente, e incluso imitada en varios países de América. Correspondía a una corriente mundial de rescate del patrimonio edificado de las naciones, corriente que -desde el siglo XIX- no cifraba la gloria de un país en sus conquistas y engrandecimiento territorial, sino en su acervo cultural, sus logros artísticos y la belleza de sus ciudades. La importancia del patrimonio o herencia cultural ha sido desde entonces el rasero que mide la grandeza y relevancia de los pueblos. En ese sentido, lo patrimonial no le pertenece a una institución o a una persona sino al pueblo entero: simboliza sus valores, encarna su historia.

EL ARZOBISPO DE SAN JUAN ACABA DE VENDER TANTO EL PALACIO ARZOBISPAL COMO EL SEMINARIO CONCILIAR

El sociólogo y profesor, Dr. Ángel Quintero, residente de San Juan, abunda sobre el concepto de patrimonio y su relación -a veces nebulosa- con el concepto de propiedad privada. “No se puede tratar de una

manera legalista, según el régimen de propiedad privada, lo que es parte del patrimonio. Sucedió con las canciones de Tite Curet Alonso: él tenía un contrato de representación mientras estuvo en vida, pero una vez murió se determinó que esas canciones eran parte del patrimonio nacional y todos tenían el derecho de escucharlas: les pertenecían a todos. El punto es parte de algo que tenemos que discutir y trabajar como país. En este caso, además, se crea un precedente terrible; aquí hay mucho más que unos edificios,

hay una herencia cultural, una memoria histórica que no se pueden tratar como si estuvieran sujetas a las leyes de la propiedad privada. Habría que investigar cómo se ha trabajado esto en otros países”. Para los residentes, añade, “es terrible. San Juan podría convertirse en un museo, en un enclave para turistas. Ahora es una ciudad viva. El Centro de Estudios Avanzados atrae a gente muy diversa: estudiantes jóvenes, profesionales de todo tipo y maestros que quieren profundizar en los estudios de nuestra región y nuestro país”.

EL VALOR DE LOS EDIFICIOS

El edificio del Arzobispado ha pertenecido a la Iglesia Católica desde el siglo XVIII, cuando esta compró la casona que corona el tope de la calle del Cristo a una familia prominente, descendientes de Juan de Amézquita y Quixano, capitán de las milicias puertorriqueñas y heroico defensor de la Isla contra los invasores holandeses en el 1625. Eso explica la Dra. María de los Ángeles Castro, historiadora de la arquitectura, cuyo libro “Arquitectura en San Juan de Puerto Rico (siglo

XIX)” es una referencia obligada. “Es una de las pocas casas de San Juan que no han sufrido una intervención mayor”, dice. “Es hermosa por dentro. Sus escaleras, majestuosas, son ya casi únicas. Allí han vivido todos los obispos de la Isla -que solo tenía uno hasta 1925- entre ellos el primero que fue puertorriqueño, Juan Alejo de Arizmendi. El Palacio Arzobispal está vinculado no solo a San Juan, sino a la Isla entera: desde allí se administraban las dependencias de la Iglesia Católica.” Señala la estudiosa que los edificios vendidos conforman un eje crucial que da paso al conjunto monumental de Ballajá. Este incluye la iglesia San José además de varios edificios dedicados al servicio público desde el siglo XIX: el Asilo de Beneficencia y el manicomio (sede hoy del Instituto de Cultura Puertorriqueña y de la Escuela de Artes Plásticas respectivamente).

El Seminario Conciliar de San Ildefonso se construyó a principios del siglo XIX. Es un edificio noble, de sobriedad neoclásica, cuya elegancia se hace patente a quien lo contemple. Una serie de ventanales le confiere una armonía monumental a su fachada, que se ajusta en altura al desnivel del terreno. Un portón majestuoso abre hacia un enorme patio flanqueado en sus cuatro costados por arcos de medio punto que delimitan otras tantas galerías, disposición que recuerda la de los claustros medievales.

La institución abrió sus puertas el 12 de octubre de 1832. Aunque el obispo Gutiérrez de Cos ordenó su construcción, la idea original había sido del obispo puertorriqueño, Fray Alejo de Arizmendi. Se llamó “conciliar” porque obedecía a las disposiciones del Concilio de Trento (siglo XVI) de establecer instituciones para formar sacerdotes. Allí no estudiaban solo los seminaristas: la institución proveyó la primera oportunidad que tuvieron los puertorriqueños de adquirir en su país una educación secundaria formal. En 1851 se equiparó su enseñanza con la de los institutos de segunda enseñanza en España, lo cual les facilitaba a los puertorriqueños entrar a las universidades españolas. Por sus aulas pasaron figuras ilustres como José Julián Acosta, Román Baldorioty de Castro, Alejandro Tapia y Rivera, Manuel Alonso, Cayetano Coll y Toste, José Celis Aguilera y Federico Asenjo, entre otros. Allí nació, en cierto sentido, la conciencia de la patria puertorriqueña.

Para un propósito educativo lo rescató Ricardo Alegría hace unos cuarenta años. Tras restaurar el edificio, mudó allí el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, que se encontraba en un anexo de Casa Blanca. Es todavía la única institución de estudios graduados del país especializada en estudios sobre nuestra isla y el Caribe.

LOS EFECTOS DE VENDER EL PATRIMONIO

¿Qué será de esas edificaciones una vez estén en manos de intereses desarrollistas ajenos a toda consideración cultural? Correrán, quizás, la misma suerte que el edificio de la Diputación Provincial en la esquina de las calles San José y San Francisco, dedicado ahora a un hotel y por lo tanto vedado -para todo propósito práctico- a los puertorriqueños comunes y corrientes. Fue esa la sede del cuerpo administrativo y asesor creado a partir de las disposiciones de la Constitución de Cádiz de 1812 y luego lo fue de la Asamblea Legislativa (antes de la construcción del Capitolio en 1929). Allí se ubicó el Gabinete Autonómico en su brevísima existencia; allí ejercieron sus funciones como miembros de la Cámara de Delegados personalidades como Luis Muñoz Rivera, Eduardo Georgetti, Luis

Lloréns Torres y José de Diego.

Tras luchar tanto -durante los años cincuenta y sesenta- por lograr que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos devolvieran a Puerto Rico monumentos preciados como El Morro, San Cristóbal, Casa Blanca, el Convento de los Dominicos y el cuartel de Ballajá, los estamos entregando mansamente a desarrolladores mayormente desconocidos. ¿Qué hace el Instituto de Cultura? (Dado que la entidad intentó vender su propia sede hace unos años, no podemos esperar mucho de ella.) ¿Dónde está el clamor para defender lo que a todos nos pertenece, lo que marca nuestra identidad, lo que atestigua las fases de nuestra historia?

“Es desafortunado”, señala el arquitecto Francisco Javier Rodríguez Suárez, exdecano de la Escuela de Arquitectura de la UPR y decano ahora de la que pertenece a la Universidad de Illinois, “que se tenga que vender algo que se supone es de todos. Y preocupa también que se trate de los inicios de una tendencia que incluya otros elementos del patrimonio, sea este edificado o natural”.

La pasividad ha sido una característica persistente de los puertorriqueños. Permitimos acciones que sabemos nocivas a largo plazo solo para lamentarnos luego, cuando ya no hay remedio. Así ha sucedido con la mala administración que llevó a la imposición de la Junta Fiscal; así con el manejo pésimo de entidades públicas (la venta de la Autoridad de Energía Eléctrica es el ejemplo más reciente). San Juan, la joya de la arquitectura colonial, se está vendiendo por pedazos. Su carácter monumental cívico y religioso corre peligro de desvirtuarse. Nos estamos quedando sin tradición, sin historia, sin país. La venta de nuestro patrimonio es una traición a la patria.

“Preocupa también que se trate de los inicios de una tendencia que incluya otros elementos del patrimonio, sea este edificado o natural”

FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ SUÁREZ ARQUITECTO Y EXDECANO DE LA ESCUELA DE ARQUITECTURA DE LA UPR

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2021-06-13T07:00:00.0000000Z

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