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¿SERÁ NECESARIO UN REFUERZO PARA LA VACUNA DEL COVID?

La vi por primera vez para el manejo de su linfoma maligno el 7 de agosto de 2011 y le recomendé tratamiento, pero se perdió de vista hasta nueve años después, cuando regresó luego de haber recaído. Le administré un tratamiento nuevo que consistía en seis ciclos de quimioterapia más inmunoterapia con rituximab por dos años. Este último medicamento puede interferir con la producción de anticuerpos. El 13 de abril del 2021 le diagnosticaron COVID comprobado por prueba molecular. La paciente no había sido vacunada. La tomografía computarizada de tórax mostraba los cambios característicos del virus. Sus marcadores inflamatorios en sangre estaban marcadamente elevados, lo cual nos llevó a tratarla con cortisona.

La paciente se recuperó completamente sin problema alguno. ¿Y por qué empiezo mi columna describiendo este caso? Porque le hicimos una prueba para determinar si su infección estimuló la producción de anticuerpos en contra del virus y fue negativa. No fue capaz de producir anticuerpos protectores. ¿Y qué más da? Pues me explico… esta paciente me dejó perplejo y desconcertado. Al no poder montar una reacción inmune en contra del virus, debido al efecto inmunosupresor del rituximab, yo pensé que la enferma se complicaría y probablemente moriría, pero ocurrió todo lo contrario.

Este caso es un perfecto ejemplo de la complejidad del sistema inmune. Obviamente debe existir otro mecanismo alterno por el cual esta paciente se pudo defender y sobrevivir su infección. Este se conoce como el sistema de inmunidad celular, que puede funcionar sin ninguna o con poca ayuda de los anticuerpos. Este sistema depende de unos glóbulos blancos en la sangre llamados “linfocitos T”, mientras que el otro sistema, llamado el “humoral”, depende de los anticuerpos derivados de los “linfocitos B”.

Casi nunca pensamos en el importante rol de la inmunidad celular que probablemente fue lo que salvó a mi paciente. Todo esto tiene implicaciones importantes para las vacunas, cuya eficacia usualmente juzgamos por su capacidad de estimular la producción de anticuerpos. Pues es lógico pensar que las vacunas también pueden estimular la inmunidad celular.

Hace ya meses están circulando noticias de la futura necesidad de una tercera dosis como refuerzo para la vacuna del COVID. Esta idea está basada en el hecho de que el nivel de anticuerpos en contra del virus baja después de cuatro meses. Las vacunas actúan imitando una infección. Una vez que los efectos de la vacuna desaparecen, el cuerpo se queda con algunos linfocitos T así como linfocitos B de “memoria” que recordarán cómo combatir la enfermedad si en el futuro se tropiezan con ella. Unos 50 años después de vacunarse contra la viruela, las personas todavía conservan linfocitos B de memoria capaces de madurar para fabricar anticuerpos si el virus atacara.

La mayor parte de las vacunas no necesitan un refuerzo. Una excepción es la del tétanos, diferente a las demás vacunas porque la inmunidad no es en contra del organismo infeccioso, sino en contra de una toxina, y el refuerzo se administra no pocos meses, sino muchos años después.

Desde hace tiempo vengo cuestionando la necesidad de un refuerzo para la vacuna del COVID, ya que tenemos estos linfocitos memoria que funcionan por el resto de nuestra vida. Y da la casualidad que acaba de publicarse un importante artículo científico que me hace cuestionar todavía más el refuerzo. El artículo se publicó en la prestigiosa revista Nature por el Dr. Jackson S. Turner, de la Universidad de Washington. Analizaron 77 pacientes infectados con COVID-19. Como era de esperar, en la mayoría de ellos, los anticuerpos decayeron prominentemente una vez transcurridos los cuatro meses.

Pero la contribución más importante de Turner es que descubrió la presencia de las llamadas “células plasmáticas de vida larga en la médula ósea” en pacientes convaleciendo de COVID. Las células plasmáticas normalmente producen todos los anticuerpos que tenemos en el cuerpo, pero las de larga duración pueden recordar un germen y comenzar a producir anticuerpos, aun pasados los años, si se tropiezan con él nuevamente. Una vez superada la infección, estas células inmunes viajan a la médula ósea, que no es otra cosa que el tuétano del hueso, y viven allí por el resto de la vida. Si el virus reaparece, las células plasmáticas vuelven al torrente sanguíneo y comienzan a fabricar anticuerpos. Turner encontró que de 19 pacientes a los que les tomaron muestras de médula ósea, 15 de ellos generaron este tipo de células inmunes. El jefe de Inmunología del Hospital Clínic de Barcelona, Dr. Manel Juan, opinó: “Para mí, está claro que no hace falta revacunarse, igual que no sería necesario vacunar a quien ya ha pasado la enfermedad. El problema es que… ¿quién va a decirle a la gente que no se revacune? Yo pienso que habrá quienes no lo hagan, y gracias al seguimiento de estas personas veremos que probablemente no pasa nada por no revacunarse”.

Si me ofrecieran la posibilidad de un refuerzo, ¿cómo yo reaccionaría? Pues depende de si el refuerzo es uno diseñado contra una cepa variante que sea una amenaza real. En ese caso, sí lo haría, pero eso realmente no sería un refuerzo, sino una vacuna nueva contra una cepa nueva.

Sin embargo, si es un mero refuerzo de la misma vacuna anterior, no estoy seguro que lo haría, no por miedo a la vacuna, ni a las posibles reacciones, sino porque no estoy seguro que quiera ser cómplice de aumentar la cuenta de banco de las compañías que manufacturan el refuerzo. No pertenezco a uno de esos grupos antivacunas, ni tampoco soy de los radicales incondicionalmente en contra de las grandes farmacéuticas. Si me da pulmonía, tomo antibióticos y también trato a mis pacientes con medicamentos de quimioterapia… todos producidos por las grandes farmacéuticas.

No soy mal agradecido. Reconozco que las vacunas contra el COVID han sido uno de los logros más importantes de la medicina moderna… pero me parece que ya Moderna ha hecho bastante dinero con las primeras dos dosis de su vacuna.

Y que conste en récord que me he puesto todas las vacunas y de hecho, como efecto secundario, ahora tengo el cabello blanco y la panza grande. Por culpa de esas vacunas estoy envejeciendo… en lugar de morir durante mi niñez.

Esta idea está basada en el hecho de que el nivel de anticuerpos en contra del virus baja después de cuatro meses.

CONSEJOS DE CABECERA

es-pr

2021-06-13T07:00:00.0000000Z

2021-06-13T07:00:00.0000000Z

https://epaper.elnuevodia.com/article/282419877198283

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