Cumplidos cuatro años del impacto catastrófico del huracán María en Puerto Rico, los puertorriqueños aspiramos a una reconstrucción de excelencia, dirigida a forjar un país fortalecido con la infraestructura que dictan los tiempos y con las transformaciones que redunden en la óptima calidad de vida.

Poner sobre sus pies a un país devastado por el golpe extremo del peor ciclón del presente siglo representa un proyecto monumental que se ha iniciado con tesón en medio de escollos graves e imprevistos. La pandemia del COVID-19 nos ha marcado de forma significativa, poniendo en riesgo prolongado a la población.

A pesar del periodo turbulento de los pasados 48 meses, Puerto Rico ha definido sus proyectos para renovar la infraestructura fundamental, que incluye la renovación de la red energética, el sistema de agua potable, así como conexiones seguras de puentes y carreteras. Además, reconoce la necesidad constituir un sistema salubrista con mejores servicios médicos, educativos y de estabilidad social que complementen los fundamentos de una sólida recuperación.

Es claro que la unidad de propósito de los líderes gubernamentales, del sector privado, de la sociedad civil y del pueblo constituye factor clave para acelerar los proyectos estructurados con rigurosidad después del complejo periodo de corroboración de daños, estimación de necesidades apremiantes y diseño de planos. La reconstrucción también debe tomar en cuenta los riesgos asociados al cambio climático.

Existen fondos sustanciales para subvencionar proyectos cruciales. Pero es preciso avanzar en cada una de las etapas con organización y eficiencia. Esa gestión prioritaria debe regirse por la transparencia, enmarcada en una dinámica rendición de cuentas al pueblo.

La medición del progreso de los esfuerzos de reconstrucción puede abonar a recuperar la confianza necesaria para estimular el ánimo de los ciudadanos y las comunidades. Adelantar los proyectos de renovación de la infraestructura pública, además, es atractivo para la inversión clave para estimular la economía local.

Hoy, cuando la población todavía tiene muy viva en la memoria las ocho horas del azote directo de las ráfagas huracanadas que levantaron techos e hicieron colapsar miles de casas en todos los rincones isleños, acelerar los esfuerzos para brindar hogar seguro a numerosas familias, tiene que ser un compromiso principal del gobierno central y de los ayuntamientos.

El estudio geoespacial que permitió identificar hasta 15,000 casas cuya protección contra sol, viento y lluvia son aún frágiles toldos ilustra la urgencia movilizar los recursos pertinentes para garantizar un techo seguro a las familias que habitan estas estructuras. Resulta esperanzador el compromiso a esos fines reafirmado ayer por el gobernador Pedro Pierluisi. Resta dar los pasos que materialicen pronto las labores de rehabilitación de estas viviendas.

Las familias damnificadas han esperado mucho tiempo. La incertidumbre en la renovación de viviendas sigue alentando la emigración, mientras urgen proyectos generadores de empleo. Es lamentable e insólito que, de 20,000 unidades confirmadas para reconstrucción, solo 6% de los proyectos se hayan materializado.

Serán clave, igualmente, las renovaciones de la red energética y de suministro de agua potable para librar de precariedades insostenibles a comunidades rurales y a sectores urbanos con intermitencia o carencia de estos servicios básicos. El esfuerzo para impulsar la estabilidad social y económica de Puerto Rico debe abarcar proyectos puntuales para las islas municipios, incluido el anunciado hospital para Vieques.

De la persistencia y solidaridad, y con renovada colaboración estrecha entre el gobierno, el sector privado, organizaciones comunitarias y la ciudadanía, surgirá el empuje preciso para adelantar la agenda de recuperación de los distintos componentes de Puerto Rico como un país sostenible.