El Nuevo Dia

Cuerpo femenino: conquista y libertad

Kristine Drowne Periodista, Abogada y Escritora

Las nenas son de papá”. Aun cuando un bebé es expulsado del cuerpo de su madre, es la expresión que se convierte en ese primer espacio de conquista. Desde antes de venir a este plano, ese cuerpo no le pertenece. Así es como socialmente a las mujeres se les expulsa de su propio ser, a base de moralismos y normas sociales.

La ropa para niñas sirve como ese primer escudo externo que dicta que nuestro cuerpo es propiedad privada. Además de estar cubiertas, se nos enseña que sentadita, con las piernas cruzaditas y callada siempre es más bonito. Se nos recalca que cerrar las piernas es una precaución más, por si hay algún pervertido o depredador sexual, o simplemente porque lo contrario es incómodo a los ojos de los demás.

Mientras vamos creciendo se nos imponen más reglas, más restricciones, más estándares que seguir. Es así como muchas llegamos a la edad adulta habiendo internalizado que esta capa de piel que nos cubre sirve dos propósitos; primero, como objeto del placer ajeno y, segundo, como medio reproductivo. Los primeros traumas comienzan cuando el cascarón que nos cubre no se asemeja a la idea de belleza dictada por el androcentrismo. Samuel Hurtado, en su escrito Obsesión por la belleza femenina en Venezuela, establece que el ideal de belleza es “una herida siempre abierta a la que tiene que ponerle cuidado no le destruya”. Ese ideal culturalmente se configura por “la obsesión sexual del varón por la hembra”, lo que a su vez desencadena en la obsesividad de la mujer por su belleza, “vanidosamente narcisista”.

Ese ideal de mujer perfecta que se nos ha impuesto, a base de estándares sociales y moral ajena, en muchos casos machistas, ha sido perpetuado por hombres y mujeres, lo que ha desencadenado en que todas, de alguna manera u otra, vivamos insatisfechas con nuestro cuerpo.

¿Cuántas hemos escuchado de esas mujeres que están siempre a dieta? Una gran mayoría busca mejorarse cada imperfección, hasta considerar procesos naturales del cuerpo, como la menstruación, el envejecimiento y los vellos, como elementos a erradicar. Vivimos en una constante batalla para amoldarnos al tinte, la ropa y el cuerpo que está moda. La gran mayoría de las veces, esperando aprobación, algún elogio. Pero, cuando no es así, sufrimos el doble.

Es que, como bien expresa Hurtado, aun hoy día la idea de perfección a la que estamos sometidas sirve para complacer al varón, para ser deseada por él, digna de su placer que, en última instancia, nos lleva a la maternidad.

Es en la maternidad que muchas se percatan de que su cuerpo nunca les perteneció, pues pasó de ser de su padre, a otro hombre y ahora a una criatura. Ese cuerpo que cumple necesidades biológicas nunca fue visto como una parte inherente de nuestro espíritu, una expresión más de la identidad como seres humanos. Madres dan a luz a niños sin haber aceptado la piel que les rodea, sin haberse amado, sin saber que, más que un espacio de conquista, es uno de libertad.

La libertad viene de saberse individual, de conocerse como propia y completa. Que nuestro cuerpo, luego de nuestra mente, es el medio de por el cual se hacen revoluciones con potencial de cambiar el mundo.

Deseo que las niñas sepan que su cuerpo es solo suyo, que somos distintas y no hay por qué ser de tal o cual manera. Que somos más que esos prefijos, la hija, hermana, esposa o madre de alguien. Ya es hora de dejar de amoldarnos. Somos dignas de amor, placer y éxito, independientemente de cómo luzca quien nos devuelve la mirada en el espejo.

OPINIÓN

es-pr

2021-09-21T07:00:00.0000000Z

2021-09-21T07:00:00.0000000Z

https://epaper.elnuevodia.com/article/281861531644504

El Nuevo Dia