Estados Unidos, el Reino Unido y Australia conforman una nueva alianza de seguridad para la región del Indo-Pacífico. Llamada AUKUS, les ayudará a proyectar mejor sus capacidades de defensa en la región. Sin embargo, expertos lo designan como un intento de contrarrestar la creciente influencia de la República Popular China.

Un análisis de la relación Estados Unidos / República Popular China es clave para entender el mundo de la posguerra fría. Los Estados Unidos no solo vieron a la República Popular China como un importante aliado en contener a la antigua Unión Soviética, sino que ya en los años noventa, esa relación definió mucho de lo que se denominó como “globalización”.

La República Popular China negoció con países foráneos las condiciones bajo las cuales la inversión extranjera directa sería aplicada en su territorio. De nada debe sorprender que, siendo un país soberano, y con una ventaja comparativa en la mano de obra, el gobierno chino exigió de lleno que la producción basada en la inversión extranjera directa en su país se daría bajo condiciones de ventaja mutua.

Por ejemplo, a cambio de bajos salarios y un

No debemos permitir que la retórica internacional actual caiga en un discurso de guerra fría. Ello impone definiciones con matices prejuiciosos y discriminatorios que ya están pasados en la política mundial”

mercado de mil millones de personas, China y sus empresas privadas y estatales pidieron acceso a las tecnologías que formaron parte de la tercera revolución industrial. Empresas capitalistas occidentales y asiáticas se pusieron de acuerdo con la República Popular China, comenzando el proceso de la gran transformación de la economía china. Esto incluyó el apoyo de los Estados Unidos a la entrada de la República Popular China a la Organización Mundial de Comercio en el 2001.

A raíz de ello, China ha aumentado el nivel de vida de su población, se convirtió en el mayor exportador del mundo, ha firmado importantes acuerdos de cooperación en infraestructura y tecnologías con el mundo en desarrollo, e inclusive, juega un papel fundamental, y alternativo a Occidente, en el sistema financiero global.

Se debate cómo describir la política doméstica y exterior china desde entonces: algunos lo ven como nacionalismo económico, pero sin duda, las relaciones comerciales con Occidente se promovieron como globales/neoliberales y bajo los auspicios de organizaciones internacionales y multilaterales.

La pregunta es ¿por qué la animosidad ahora? La crisis de la Gran Recesión (2008) marcó el comienzo de mayor competencia interestatal, poniendo en duda la hegemonía estadounidense.

Desde la administración Obama se había concertado el “pivote a Asia”, remilitarizando el área del Pacífico con el fin de contener a China. La guerra comercial de la administración Trump llevó ese pivote a otro nivel. La crisis pandémica actual y la retirada de los Estados Unidos de Afganistán han marcado aún más la competencia global ante las tecnologías emergentes que están definiendo la cuarta revolución industrial.

Curiosamente, la relación de Australia y China ha sido esencial en cooperación y comercio. Pero esta se ha fracturado desde 2019, a causa de la prohibición de la tecnología Huawei 5G en Australia catalizada por la presión de Washington sobre sus aliados (basados en el intercambio de inteligencia). Por su parte, el Reino Unido trata de ser relevante en el escenario mundial después del proceso de Brexit.

No debemos permitir que la retórica internacional actual caiga en un discurso de guerra fría. Ello impone definiciones con matices prejuiciosos y discriminatorios que ya están pasados en la política mundial, e impide mayor cooperación en temas que son de real importancia para la población mundial, como la crisis climática, el hambre y la pobreza.