En agosto del 2021 llegó a Puerto Rico la variante delta del COVID-19. En ese momento ya se sabía que era una variante de preocupación, así designada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Era una variante que había hecho estragos en la India, donde se originó, y había producido millones de enfermos y miles de muertes. Esta variante se había regado rápidamente por todo el mundo y donde entraba pronto se convertía en la variante predominante de ese país.

En agosto nuestro gobierno decidió que se podía disminuir las restricciones del uso de mascarillas, se podía permitir la aglomeración de personas en lugares cerrados y se eliminó el toque de queda. Esa decisión era basada en la tasa de positividad en ese momento, que era de 3%, y en el hecho de que teníamos un buen número de ciudadanos que habían recibido las dosis completas de las vacunas. El problema de esa decisión fue que no se tomó en cuenta que la variante delta había llegado a la isla y que pronto se convertiría en la cepa dominante.

En septiembre comenzó a subir la tasa de positividad (que llegó a 14%). Las admisiones en los hospitales también subieron radicalmente (en un momento hubo hasta 700 pacientes hospitalizados). Empezamos a ver un aumento exponencial en infecciones severas en menores y adolescentes que requirieron hospitalización y hasta admisión en unidades de cuidado intensivo. Y por último, la cantidad de muertes diarias alcanzaba más de 10 pacientes.

Cuando por fin logramos controlar este repunte en octubre y ahora la tasa de positividad está en menos del 3% y el número de hospitalizaciones es de menos de 40 pacientes diarios y algunos días no reportamos ni una sola muerte, nos llega noticia de África de la nueva variante ómicron.

El 26 de noviembre la OMS designó la ómicron como una variante de preocupación. Esta designación se debe a que tiene en su genoma un número considerable de mutaciones que potencialmente la pudieran hacer resistente a las vacunas y a los medicamentos antivirales disponibles en este momento. Esta variante se desarrolla en África, donde la tasa de vacunación de la población es de menos del 25%. Lo que se conoce hasta ahora del grupo sanitario de África del Sur es que es una variante sumamente contagiosa y que ha aumentado el número de hospitalizaciones en ese país. La mayoría de las hospitalizaciones han sido en pacientes no vacunados. También han anunciado que, aunque han aumentado el número de hospitalizaciones, en general los pacientes infectados no están críticamente enfermos. Mayormente los pacientes sufren de un cansancio y debilidad incapacitante. Los pacientes no pierden el olfato ni el gusto. Los síntomas respiratorios son mínimos.

En mi opinión no es el momento de bajar la guardia hasta que tengamos más información sobre esta variante ómicron. Debemos seguir con el uso de mascarillas, el distanciamiento social en lugares cerrados y el lavado de manos. Aquellos de ustedes que pensaban viajar al continente africano mejor es que cancelen sus reservaciones. A las personas que vengan de África, deben colocarse en cuarentena por 10 días. Lo más importante aún es la vacunación. Esta es realmente la única arma que tenemos disponible para la prevención de las infecciones por COVID-19 y para frenar el desarrollo de las variantes. Mi recomendación es para aquellas personas que no se han vacunado, que por favor se vacunen por su bien, por el bien de sus seres queridos y por el bien del resto del país.

“No es el momento de bajar la guardia hasta que tengamos más información sobre esta variante ómicron. Lo más importante aun es la vacunación”