El Nuevo Dia

Del Plan Chardón al Plan Cidre

Juan Giusti Cordero Catedrático Jubilado de Historia de la Universidad de Puerto Rico

El Secretario de Desarrollo Económico y Comercio, Manuel Cidre, anunció que el 25 de mayo dará a conocer una “hoja de ruta” para el desarrollo económico de Puerto Rico. Según Cidre, la misma propondrá incentivar “la informática, la logística, la biotecnología, la industria aeroespacial, y el desarrollo de las industrias locales.” No se incentivará la manufactura, porque “el modelo de incentivar la manufactura no redundó necesariamente en buenos salarios”, argumentó el funcionario.

El modelo de manufactura que Cidre propone dejar atrás tiene sus raíces en el Plan Chardón, de 1934, producto de una comisión nombrada por el Secretario de Agricultura federal, con el aval directo del presidente Franklin D. Roosevelt. Fue nuestro primer gran plan de desarrollo económico en el siglo XX; “Manos a la Obra” sería un retoño del Plan Chardón.

Como ahora, el “Plan Cidre” – que es un plan, aunque prefiera un título más trendy- el Plan Chardón quiso romper con un modelo económico previo. En el caso del Plan Chardón, ese modelo era el latifundismo azucarero. Proponía, en cambio, una reforma agraria y una industrialización sobre bases locales. El momento en que surgió el Plan Chardón también se asemeja al del Plan Cidre: ambos emergen de coyunturas de desastres naturales y crisis económica; ambos enfrentan un precipicio económico y social.

Lamentablemente, el Plan Chardón quedó enredado en las pugnas entre los Liberales y la Coalición Republicano Socialista (que lo combatió con su propio plan). Elementos del gobierno federal además pusieron obstáculos jurídicos y presupuestarios. Muchas de las propuestas del plan quedaron sin implantar. La criatura administrativa del Plan Chardón, la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA), duró en forma robusta solo dos años. Sin embargo, tuvo unas fortalezas que hasta ahora parecen faltar en el Plan Cidre.

En primer lugar, el Plan Cidre es producto de una agencia gubernamental, mientras que el Plan Chardón lo fue de una comisión de especialistas. Hasta ahora la incubadora del Plan Cidre ha sido el Departamento de Desarrollo Económico y Comercio. No es producto, que sepamos, de un equipo de especialistas. En cambio, el Plan Chardón fue producto de una comisión integrada por tres expertos de primer orden. Presidía la comisión el doctor Carlos Chardón Palacios, distinguido científico y Canciller de la Universidad de Puerto Rico. Los otros miembros, Rafael Fernández García y Rafael Menéndez Ramos, tenían vasta experiencia científica y práctica en el campo azucarero y agrario en general. Chardón y Fernández García (director del Departamento de Química de la UPR) estaban particularmente vinculados a la Universidad. Eran tres grandes “economistas” en un Puerto Rico donde la agricultura era todavía el sector económico fundamental.

Segundo, la comisión Chardón era políticamente diversa. Esto no salvó su plant de caer, eventualmente, en las fauces del partidismo. Sin embargo, mejoró sus oportunidades y propició la amplia acogida que de entrada tuvo en el pueblo. Chardón y sobre todo Fernández García eran afines al Partido Liberal; Menéndez Ramos era Comisionado de Agricultura en el gobierno coalicionista.

Tercero, el Plan Chardón articuló una visión de conjunto de la economía del país, donde el sector agrícola – ¿muy secundario en el Plan Cidre? -interactuaría con un pujante sector industrial. Lejos de rebarajar incentivos, el Plan Chardón planteaba una visión de conjunto de la economía puertorriqueña. “El desarrollo de las industrias locales,” tema que aparece último en la lista de incentivos que anuncia Cidre -parece una posdata. En el Plan Chardón ese desarrollo era, en cambio, el mensaje central.

Cuarto, la Universidad de Puerto Rico, que tuvo un rol tan notable en el Plan Chardón, parece estar ausente del Plan Cidre. La gran universidad pública del país, con los mayores recursos intelectuales y de investigación, jugó entonces como debería jugar ahora un papel fundamental.

“Last but not least,” el Plan Chardón contaba con el aval directo de Casa Blanca. Según el cristal con que se mire, esto puede ser la mayor fortaleza o la peor maldición del Plan Chardón. Para Pedro Albizu Campos y los nacionalistas, el Plan Chardón era una nueva estrategia colonial ante una coyuntura insurreccionaria. Otros lo han visto como nuestro primer gran ejercicio de autodeterminación en política pública. El presidente Roosevelt y sobre todo su esposa Eleanor estuvieron muy al tanto de la gestación del Plan Chardón. Una visita de Eleanor Roosevelt en marzo de 1934, acompañada de Rexford Tugwell (asesor clave del presidente) fue lo que puso a rodar al Plan Chardón.

En la actualidad, tenemos que conformarnos por ejemplo con la visita de un funcionario de segundo nivel del Departamento de Comercio federal, que vino a la isla recientemente “para alinear las prioridades del gobierno de Puerto Rico con la reconstrucción y el uso propuesto a los fondos federales,” según se reportó en la prensa.

En fin, hasta ahora solo contamos con una agenda muy escueta de lo que hemos llamado el Plan Cidre. Sin embargo, ya se atisban varios déficits (quizá subsanables) en el nuevo plan. El Plan Chardón, a pesar de sus propias fallas, pudo evitar esos déficits. Aprendamos de esa experiencia y, si el gobierno escucha, equipemos al “Plan Cidre” con las mayores fortalezas posibles. Fuerzas mucho mayores tendrá que enfrentar si logra ser el verdadero “plan de país” que necesitamos.

“La Universidad de Puerto Rico, que tuvo un rol tan notable en el Plan Chardón, parece estar ausente del Plan Cidre. La gran universidad pública del país, con los mayores recursos intelectuales y de investigación, jugó entonces como debería jugar ahora un papel fundamental”

OPINIÓN

es-pr

2022-05-17T07:00:00.0000000Z

2022-05-17T07:00:00.0000000Z

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