¿Será la violencia política uno de los factores principales que provocan que muchas mujeres decidan alejarse, luego de conocer el monstruo de la política desde sus entrañas? ¿Será ese tipo de violencia una de las causas principales para explicar la diferencia abismal que existe entre la cantidad de hombres y mujeres en posiciones de poder en el gobierno? La decisión de Carmen Yulín Cruz de desafiliarse del Partido Popular Democrático (PPD) aviva en mí esas interrogantes.

Sucede que muchas de nosotras, aunque no siempre lo expresemos en voz alta, consideramos que la cultura de los partidos políticos es, en gran medida, una machista y patriarcal. Es algo reflejado claramente en el tipo de liderazgo y conducta de muchos de sus líderes.

Por eso mencioné hace poco que, hasta el 1 de enero de 2023, solo el 11.3% de los países tiene una mujer a cargo, según ha documentado la Organización de las Naciones Unidas. También subrayé que a pesar de que a nivel mundial hoy es el momento en el que el mayor número de mujeres ocupan posiciones políticas en las que se toman decisiones, la paridad por razón de género está lejos.

La licenciada Ivonne Lozada, en una columna publicada en este diario, destacó que la violencia política contra la mujer “se presenta en los intentos de invisibilizarlas, desacreditarlas y realizar comentarios despectivos sobre sus capacidades por el hecho de ser mujeres, o al hacer chistes o comentarios machistas”.

Me parece que, si hiciéramos un sondeo entre mujeres que han ocupado puestos electivos o han corrido campañas dentro de algún partido político, la mayor parte de ellas, incluyéndome, estaríamos de acuerdo en que este tipo de violencia es una realidad de la cual se habla muy poco. Sin embargo, tenemos ejemplos vívidos.

La Organización de Estados Americanos establece que este concepto abarca toda manifestación de violencia en la vida política dirigida contra las mujeres por el hecho de serlo. Además, se establece que afecta a las mujeres desproporcionadamente y su objetivo o resultado es impedir total o parcialmente que gocen de sus derechos políticos. De hecho, la entidad recomienda a los partidos y organizaciones políticas crear sus propios instrumentos internos para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres en la esfera política. También insta a realizar actividades de sensibilización y capacitación en esta materia.

No creo que en Puerto Rico alguno de los partidos políticos tenga un reglamento para combatir la violencia política, aun cuando tenerlo pudiera resultar en una mayor participación de mujeres. Serviría para promover más mujeres combativas con el deseo de provocar verdaderas transformaciones en nuestra sociedad.

Más allá de los partidos políticos, también deberían promulgarse leyes que prohíban específicamente este tipo de violencia. Sugiero dos aspectos a considerar al respecto. Primero, no seríamos la primera jurisdicción que rechaza y lucha contra la violencia política a través de leyes que la definen, prohíben y establecen consecuencias para la persona que incurra en estas prácticas. Segundo, a mayor número de mujeres en puestos donde se toman decisiones, la lucha contra los prejuicios y estereotipos será más fuerte. Así se logrará que ese 52% en la población compuesta por mujeres tenga una representación equitativa y meritoria que asegure un mejor futuro para Puerto Rico.

Sin embargo, para que quede en récord, estoy segura de que la violencia política no ha sido más fuerte que nosotras. Solo ha sido un factor, entre otros, para algunas de nosotras decidir o considerar “alejarnos” del monstruo, pero sin claudicar a nuestra lucha por lo que creemos.

Como expresó Carmen Yulín Cruz en su reciente anuncio, el trabajo se seguirá haciendo, ya sea desde algún puesto electivo o desde la casa. Añado, y desde cualquier foro. Siempre me haré escuchar.

Como expresó Carmen Yulín Cruz en su reciente anuncio, el trabajo se seguirá haciendo, ya sea desde algún puesto electivo o desde la casa. Añado, y desde cualquier foro. Siempre me haré escuchar”