El Nuevo Dia

Una metáfora de Proyecto Dignidad

Benjamín Torres Gotay Periodista [email protected] Twitter.com/TorresGotay

La senadora Joanne Rodríguez Veve prendió, otra vez, la antorcha y alumbró con su anaranjado resplandor un sitio llamado Coca-Cola Music Hall. Se había anunciado en ese lugar el concierto de una artista del género urbano llamada Villano Antillano, quien, en su arte, en su discurso, en su ser, en lo que se llama su persona pública, en la libertad con la que ejerce su derecho a crear y a vivir, provoca, y no poco.

La publicidad del evento, que no se ha llevado a cabo todavía, concuerda al 100% con la estética de esta artista. Llama a su concierto Babilonia, en alusión al capítulo 14, versículo 8, del libro bíblico del Apocalipsis, que trata sobre el fin del mundo que anuncian desde que el mundo es mundo. Dice: “Lo siguió otro ángel gritando: Cayó, cayó Babilonia la grande, la prostituta que servía su vino capcioso a todas las naciones y las emborrachaba con su desatada prostitución”.

Babilonia está escrito en letras rojas grandes, en tipografía que asemeja a las representaciones que a menudo se hacen del diablo. Bajo las letras aparece Villano, quien es una mujer trans, como envuelta en llamas. Y, entonces, las palabras de la artista, invitando a ir a verla: “Nos espera una noche llena de magia, lujuria y mucha satería en el Coca Cola Music Hall, que por esa noche se convierte en Babilonia, la gran ramera”.

La senadora Rodríguez Veve aprovechó un aviso estándar que tienen todos los conciertos – “niños de dos años en adelante necesitan boleto para entrar” y “por su seguridad se requiere que todo menor de 15 años esté acompañado de un adulto en todo momento” – para propagar la versión, que fue amplificada en los foros que tiene a su disposición, de que se pretendía llevar niños a un espectáculo evidentemente para adultos.

El aviso con respecto a los menores no formó nunca parte de la promoción del evento; son las reglas del lugar para todo lo que allí ocurre. A pesar de esta realidad fácil y rápidamente verificable, la senadora Rodríguez Veve dijo que la producción de Villano Antillano “no prohíbe la entrada de menores”. Unos días después, la gerencia de Coca Cola Music Hall aclaró que el espectáculo era solo para adultos y, por el momento, fin del drama.

En esos mismos días, otro artista urbano, conocido como Yovngchimi, también promocionaba su espectáculo.

Yovngchimi es un exponente con mucho más alcance que Villano Antillano. En suscripciones en YouTube o audiencia en Spotify, que es como se mide en estos tiempos la popularidad de un artista, él la supera por mucho a ella. En Youtube, Yovngchimi tiene tres veces más suscriptores que Villano Antillano: 443,000, versus 147,000. En Spotify, Yovngchimi tiene 9.4 millones de oyentes mensuales; Villano Antillano menos de la mitad: cuatro millones.

Su concierto, que tuvo lugar el sábado 7 de octubre, en el Coliseo José Miguel Agrelot, donde cabe mucha más gente que en el Coca Cola Music Hall, se llamó “Cholinfierno”.

Como Villano Antillano, Yovngchimi canta de sexo sin sutilezas, en términos explícitos. Pero, además, contrario a Villano Antillano, que no entra en esos temas, habla también de drogas, de violencia y de narcotráfico. Su concierto incluyó una presentación de un personaje que se identificó como Satanás. Hubo también strippers bailando en tubos.

El concierto incluyó el aviso regular: “niños de dos años en adelante necesitan boleto para entrar” y “por su seguridad se requiere que todo menor de 15 años esté acompañado de un adulto en todo momento”. Periodistas que cubrieron el evento dijeron haber visto allí niños de hasta cinco y seis años viendo el espectáculo junto a sus padres.

Sobre Yovngchimi y su “Cholinfierno”, la senadora Rodríguez Veve, ni el ecosistema mediático religioso que le hace coro, dijeron una sola palabra. En torno a Villano Antillano, agitaron, se dieron golpes de pecho, hicieron llamados a boicots, volvieron a agitar sobre supuestas amenazas contra niños. Yovngchimi ejerció su derecho a la libertad artística sin ninguna de esas perturbaciones.

La diferencia entre ambos artistas está más clara que el agua.

Villano Antillano es una mujer trans; Yovngchimi es un hombre que vive acorde al género que se le asignó al nacer, lo que se llama cisgénero. Contra las personas trans, la senadora Rodríguez Veve y su partido, Proyecto Dignidad, han llevado por años una campaña de pánico moral que nos quiere hacer creer que un grupo tan pequeño, débil y vulnerable es una amenaza para todos los cimientos de la humanidad, usando la incendiaria excusa de los niños.

Otros verdaderos y apremiantes problemas de Puerto Rico, y de la humanidad, no parecen importarle mucho o nada.

Surge entonces de la manera en que la senadora Rodríguez Veve y su entorno afrontaron estas dos manifestaciones artísticas una metáfora prístina del problema que es Proyecto Dignidad: enfocados en la sexualidad de la gente y lo que las personas hacen en su intimidad, pierden de vista y les pasan por el lado sin entenderlos los verdaderos problemas de Puerto Rico, como la violencia y el narcotráfico.

Más les preocupan niños oyendo a una mujer trans cantándole libremente a su sexualidad, que exponiéndose a historias sobre drogas y violencia.

Esto no tendría gran importancia si Proyecto Dignidad fuera un grupo insignificante.

Pero se tiene por cierto en círculos políticos que ese partido experimentará un crecimiento importante en las elecciones del año entrante. Hay quien habla de que duplicarán su voto, que fue de 7% en el 2020. En el Partido Nuevo Progresista (PNP), que las pasadas elecciones demostró que está en el hueso, hay terror de que Proyecto Dignidad continúe vaciándolo. No se descarta que duplique su delegación legislativa.

Durante los pasados dos años y medio, ha quedado claro cuáles son las prioridades de ese partido: enfoque en la intimidad de las personas, quitarles derechos a las mujeres, marginalización, invisibilización y persecución de las minorías sexuales y legislaciones y discusiones sobre una larga lista de problemas imaginarios.

La senadora Rodríguez Veve presenta de vez en cuando legislación sobre otros temas. No todas son medidas que hacen daño. Los mal pensados, que no son pocos, creen que es para disimular sus verdaderos intereses. La representante Lisie Burgos no se toma esas molestias. Toda la legislación a la que dedica sus esfuerzos es para perseguir, invisibilizar o marginar a minorías sexuales, o sobre otro tipo de problemas imaginarios.

Lo que de verdad nos duele como sociedad, lo que nos quita el sueño y nos frustra – corrupción, violencia, pobreza, desigualdad, desplome institucional, crisis ambiental, de educación, de salud, económica – no se ha visto nunca en las prioridades ni enfoques de Proyecto Dignidad.

Si a alguien le quedaba duda, Villano Antillano nos lo dejó claro una vez más.

PUERTO RICO HOY

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2023-10-15T07:00:00.0000000Z

2023-10-15T07:00:00.0000000Z

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