El Nuevo Dia

También hace calor en Groenlandia

Fernando E. Pabón Rico Director Centro Caribeño de Aumento del Nivel del Mar

Aveces pensamos a nivel macro en los glaciares, el hielo sobre Groenlandia y la Antártida como reguladores del clima planetario similares a los acondicionadores de aire que, a nivel micro, regulan la temperatura en los espacios interiores que habitamos, pero hay una diferencia crucial: podemos sustituir los aparatos cuando se dañan, mientras que no existe sustituto para el hielo que se derrite en aquellas latitudes. Esos paisajes helados, aunque remotos, están conectados físicamente, mediante el océano y la atmósfera, a nuestro entorno tropical. Así, las olas de calor en Puerto Rico están directamente relacionadas al derretimiento del hielo causado por el ser humano y anticipan el aumento del nivel del mar.

El planeta ya rebasó su límite para mantener la temperatura al nivel en que se pueda recobrar el hielo perdido. Asimismo, nuestros acondicionadores de aire apenas pueden sostener las frescas temperaturas a las que nos hemos acostumbrado. Los técnicos de refrigeración saben que el límite de enfriamiento que estos aparatos alcanzan son 20 a 25 grados Fahrenheit de diferencia con el exterior a donde liberan el calor. Si queremos mantener algo de nuestras comodidades modernas, necesitamos urgentemente reducir el desmedido consumo energético para frenar el calentamiento global, aunque no podamos detener el aumento del nivel del mar.

Instalar acondicionadores de aire es una solución rápida para disipar el calor que sentimos dentro de espacios mal diseñados o administrados, pero esos aparatos no impiden las olas de calor; para quienes carecen de fuentes alternas de energía, resultan inútiles cuando se va la luz; y la energía adicional que requiere su operación acelera el derretimiento del hielo sobre Groenlandia y la Antártida.

En la medida que nos volvamos más dependientes de aparatos electrónicos, más lejos estará el día en que podamos reducir verdaderamente nuestras facturas de energía eléctrica. Lamentablemente, el aire acondicionado que disfrutemos será preludio costoso de la inundación por aumento del nivel del mar. Estamos implementando soluciones que parecen beneficiarnos a corto plazo, pero trabajan contra nosotros a mediano y largo plazo. Pensar a corto plazo alimenta un ciclo vicioso, no solo de calentamiento global, sino también de empobrecimiento, causante de fragilidad sistémica, que estimula la migración poblacional y el deterioro de nuestra calidad de vida. La prisa y la impaciencia, hermanas del pensamiento a corto plazo, llevan a muchos a descartar soluciones sostenibles como la siembra y protección de la vegetación para amortiguar las olas de calor. Parece que olvidamos el calor que hacía tras el paso del huracán María, no por falta de energía eléctrica, sino por la ausencia del follaje y la mala planificación urbana.

Afortunadamente contamos con profesionales locales: arquitectos, ingenieros, abogados, planificadores y otros, que pueden desempeñar un papel clave para enfrentar este reto. Ellos pueden incorporar la ciencia al proceso de toma de decisiones para todos los proyectos presentes y futuros para asegurar su sostenibilidad a largo plazo y la seguridad, salud y bienestar de sus usuarios. Tenemos las herramientas para atenuar las olas de calor sin aumentar el consumo energético y para convivir con la inundación del aumento del nivel del mar, pero eso requiere un cambio cultural.

Desde Puerto Rico hasta Groenlandia, este es el panorama del siglo XXI, del calentamiento global y del momento que las generaciones futuras recordarán como el punto de inflexión para bien o para mal de nuestra especie.

A esta columna contribuyeron ideas: María Méndez, Gilberto Guevara, Carlos Gómez, Francisco Aquino, Lupe Vázquez y John Englander.

ARQUITECTURA

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2023-09-30T07:00:00.0000000Z

2023-09-30T07:00:00.0000000Z

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