El reto de la unidad tras la contienda
Los resentimientos tras una división de fuerzas en un partido pueden afectar los resultados en las elecciones generales
Ricardo Cortés Chico [email protected] Twitter: @rcorteschico
Detrás de la controversia de los llamados pivazos y las cerradísimas elecciones del 2004 que le dieron, por un margen de 3,566 votos, la gobernación al popular Aníbal Acevedo Vilá, había una herida autoinfligida en el Partido Nuevo Progresista (PNP): el voto por nominación directa de unos 1,700 electores a favor de Carlos Pesquera, uno de los aspirantes a la gobernación en las primarias del 2003.
“Esos votos, más los penepés que se quedaron en su casa y no votaron, costaron las elecciones (que perdió el exgobernador Pedro Rosselló)… Y eso es por no hablar de los pivazos”, sentenció el excomisionado electoral Edwin Mundo al recordar también la controversia por los votos mixtos en la papeleta a la gobernación.
Esos votos “write-in” constituían la secuela de la agria contienda primarista entre Rosselló y Pesquera, a pesar que este último apoyó, al final de la campaña del 2004, al exgobernador en su aspiración por regresar al Palacio de Santa Catalina.
La división del partido no había sido tan intensa como en periodos eleccionarios anteriores. Sin embargo, fueron lo suficiente como para alterar el resultado electoral, opinó Mundo. En esa ocasión, parte del problema estuvo en la tarea de reconstruir el partido tras la división de fuerzas que causa, por su naturaleza, un proceso de primarias.
Se trata de una amenaza que está latente en la actualidad, principalmente en la carrera por la gobernación que se fragua en el propio PNP, con el comisionado residente Pedro Pierluisi disputándose la candidatura novoprogresista a la gobernación con el profesor universitario Ricardo Rosselló Nevares. En el Partido Popular Democrático (PPD), la contienda principal es en la candidatura a comisionado residente en Washington, que se pelean el senador Ángel Rosa y el exrepresentante Héctor Ferrer.
La capacidad de reunificación de las fuerzas políticas de un partido tras un proceso de división, depende de varios factores, entre los cuales está el margen de votos por el que vence el político, la intensidad de la batalla primarista y la capacidad de integración del equipo perdedor, entre otros.
También están las características propias del partido en controversia. Por ejemplo, el PNP, por lo general tiende a ser relativamente efectivo unificando sus fuerzas después de un proceso división. El profesor de ciencias políticas, José Rivera, explicó que eso se debe a la cohesión ideológica de los novoprogresistas, que defienden, como valor ulterior, la estadidad.
El PPD, en cambio, representa un grupo más diverso de electores y las diferencias ideológicas suelen ser más marcadas, por lo que la capacidad de
reunificación es un tanto limitada. Por eso, el PPD, suele evitar primarias, especialmente en lo que respecta a la candidatura por la gobernación, opinó Rivera. De este modo, elimina las controversias propias de una contienda que puedan ahondar las diferencias entre los sectores del partido. Sin embargo, no siempre fue así.
El comienzo de la llamada era del bipartidismo surgió de una división profunda en las filas del PPD quien dominaba las contiendas electorales desde el 1940. En el 1968, el entonces gobernador Roberto Sánchez Vilella, quien había sido electo bajo la insignia popular, tuvo intensas diferencias con el liderato de su partido y terminó aspirando a la reelección bajo el Partido del Pueblo. Esto dividió las fuerzas populares entre los que apoyaban al gobernador y los que favorecían al senador Luis Negrón López, el candidato oficial de la pava. Como consecuencia de esta división, el novoprogresista Luis A. Ferré, quien aspiraba por cuarta vez a dirigir el país, obtuvo la mayor cantidad de votos (43.6%) alcanzando La Fortaleza. Los votos a favor de Negrón López (40.7%) y de Sánchez Vilella (11.7%), combinados, eran el 52.4% del electorado.
Una situación similar sucedió en el 1984 cuando el alcalde novoprogresista de San Juan, Hernán Padilla, intentó retar a su correligionario y entonces gobernador Carlos Romero Barceló. Padilla al no lograr una primaria en el PNP, corrió por la gobernación bajo la insignia del Partido Renovación Puertorriqueña (PRP). Su candidatura socavó la base electoral del PNP, dándole paso a la victoria del popular Rafael Hernández Colón, quien alcanzó el 47.8% de los votos. Los sufragios combinados de Romero Barceló (44.6%) y Padilla (4.1%), representaban el 48.7% del electorado.
En otras instancias, algún grado de división ha sido atribuido en algunas derrotas electorales. Por ejemplo, algunos atribuyeron el margen de la derrota de Victoria Muñoz en la campaña a la gobernación del 1992 a la supuesta abstención electoral que produjo las controversias de la exsenadora con Hernández Colón. Entretanto, para el 1996, el problema de los populares fue cuajar la unión tras las primarias que se disputaron Héctor Luis Acevedo, José Alberto Morales, Antonio Colorado y Marco Rigau. El propio Acevedo, sin embargo, estimó que los márgenes por los que perdieron los populares en esas dos elecciones fueron tan amplios que no se puede adjudicar el asunto a una división en el PPD.
En las elecciones del 2004, sin embargo, el margen de victoria de Acevedo Vilá sobre Rosselló González, fue tan estrecho que cualquier asunto pudo implicar una diferencia en el resultado electoral, como el voto “write-in” de unos 1,700 electores a favor de Pesquera, reconoció el también exrepresentante Edwin Mundo.
Las elecciones generales del 2008, sin embargo, fueron una excepción. Las agitadas primarias entre Rosselló González y Luis Fortuño, no implicaron mayores consecuencias, pese a que el exgobernador nunca se integró a la campaña del entonces comisionado residente una vez este obtuvo la candidatura. Fortuño ganó por un amplio margen (más 220,000 votos) ante un debilitado Acevedo Vilá que enfrentaba cargos criminales en la esfera federal por alegadas irregularidades en el financiamiento de una de sus campañas políticas.
El profesor de ciencias políticas, José Rivera, explicó que si en la actualidad en Puerto Rico existiera una tradición de alianzas y colaboraciones entre partidos, estos procesos primaristas causarían menos enojos entre los miembros de un partido. Sin embargo, desde mediados del pasado siglo ese tipo de alianzas no se dan en el sistema político puertorriqueño.
Mundo, explicó que de ordinario, las diferencias provocadas por las divisiones o las contiendas primaristas son subsanadas con la apertura del vencedor a las propuestas y al equipo de trabajo del perdedor. Por ejemplo, explicó, se trata de integrar los líderes de ambos de modo que cada cual encuentre su espacio de contribución a favor de la colectividad.
Héctor Luis Acevedo, por su parte, dijo que el tono de los mensajes del vencedor deben ser conciliadores. “Es un proceso en el cual, quien vence la primaria tiene que visitar a los que no lo apoyaron y tender puentes con los que no estaban contigo”, dijo.
La capacidad de comunicación entre los bandos depende de la intensidad de los ataques entre ambos bandos. Cuando los asuntos se tornan violentos e implican ataques personalistas, las diferencias suelen ser más difícil de superar. Por el contrario, cuando el debate en las campañas se limita a las propuestas y las ideas, la reconciliación suele ser más llevadera, dijo Mundo.
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