El Nuevo Dia

Pa’ mi combo de lectores: muchos años demostrando

Mayra Montero Antes que llegue el lunes

“Sepan que, en lo que respecta a este nuevo disco del Conejo Malo, nadie ha llegado tan lejos en el desdén y la representación de la mujer como objeto”

Tuve un gran amigo que fue el amante adolescente del insigne músico Ernesto Lecuona, a quien adoró toda la vida, y con el que mantuvo correspondencia hasta la muerte del compositor, acaecida en España hace sesenta años. Mi amigo también murió hace mucho, ya viejito, pero hablábamos a menudo y lo echo de menos. Recuerdo vívidamente que, como yo era mucho más joven y aún algo ingenua, al contarle ciertas historias y él notar que me escandalizaba, generalmente sonreía sarcástico y decía: “Está bien”. Eso significaba muchas cosas, pero sobre todo que no había motivo para tanto asombro, que la vida era de esa manera, y que todo iría cayendo en el espacio y el tiempo.

Digo esto porque acabo de leer una “reseña” sobre la nueva producción de Bad Bunny, y aunque desde hace tiempo dejó de interesarme, porque como dije en una ocasión ha perdido la originalidad, el encanto de la transgresión (la verdadera, la que es política sin hablar de política) y es incapaz de producir frases luminosas como las de sus primeros temas, saqué unos minutos para escuchar fragmentos de este disco.

Hay un momento en que dice algo así como “¿Qué más puedo hacer si ya todo lo he hecho?”. Es la frase más inteligente que ha pronunciado en su vida. Probablemente cuando la dijo, no recuerdo en qué parte del ramillete de lugares comunes que son ahora sus “líricas”, ni él mismo se dio cuenta de que estaba definiéndose y definiendo el momento que vive.

El disco es todo procacidad. Procacidad de la gorda, atiborrada en cada tema para ruborizar a los incautos. Es entonces cuando he recordado la frase de aquel amigo, y he sonreído igual: “Está bien”.

Nos recuerda insistentemente su descomunal patrimonio, su tren de vida lleno de riquezas. Un tema como “Mónaco” es patético, y de tan patético como es, resulta gracioso. “Ustedes no saben lo que es estar en altamar con 200 cueros”, les restriega en la cara a sus adversarios. En efecto, nadie lo sabe, algunos ni siquiera lo podríamos imaginar, pero una legión de seguidores y admiradores de Bad Bunny, supongo que sí, que no ven la hora de navegar por altamar con doscientos cueros. Tampoco saben los pobres —de espíritu y de bolsillo—, lo que es que la azafata lo satisfaga mediante sexo oral “en el cielo”. No uso la frase exacta del “artista”, no se puede aquí.

Presume de tener, Bad Bunny, no millones, sino billones. Supongo que uno se pone un poco tonto cuando de buenas a primeras se ve con millones, y con más que eso. Yo misma no sé ni lo que haría. Creo que no iría a Mónaco, y a lo mejor me da con clonar a un par de perros, como dicen que ha hecho Javier Milei, el candidato presidencial que va al frente en las encuestas presidenciales de Argentina. Uno de pronto se ve con el futuro no solo resuelto, sino forrado de billetes, es decir, “hablando con LeBron... temas de millonarios”, y también cae deslumbrado, idiotizado, loco. A sus haters, finalmente, Bad Bunny les desea “que se estrellen, que se maten, que en paz descansen, yo sigo en el yate”.

Está bien, como decía aquel querido amigo. Está bien…

Supongo que las feministas en construcción —o en algunos casos, acomodadas y deconstruidas—, estarán perplejas porque Bad Bunny llega a hablar incluso de nalgadas. Aparte de eso, y según los aires tan correctísimos que nos rodean cuando se trata de otra gente, políticos, comentaristas radiales o muñecas de la televisión, sepan que, en lo que respecta a este nuevo disco del Conejo Malo, nadie ha llegado tan lejos en el desdén y la representación de la mujer como objeto.

Aclaro que, de acuerdo con mi filosofía de vida, en esto como en todo, cada cual que cante lo que quiera, y cada cual que oiga lo que le dé la gana. Pero puedo opinar de lo que oigo y si le dedico esta columna al disco es porque se trata de un asunto mediático fuerte, y porque quiero resaltar la doble vara, y la condescendencia con que muchos tratan a Bad Bunny, producto de los ya lejanos tiempos en que participó del “perreo combativo”. Agua pasada, claramente, pero que a él le ha merecido una especie de salvoconducto eterno para que haga ostentación de los valores más rancios y de las teorías de la ultraderecha. La gratitud de la falsa izquierda, su tendencia a las vacas sagradas, a veces resulta más patética que los alardes de nuevo rico de Bad Bunny.

Finalmente, debo recordar que todos los estados que se respetan cuentan con su canto patriótico. Y aquí tenemos un estado paralelo, subterráneo, violento y borboteante. En la nueva producción de Bad Bunny hay una canción desnuda, que a fe mía que se convertirá en el himno de ese estado clandestino:

“Directo de Bayamón, la mafia más poderosa… Pa’ mi combo de sicarios… Entramos disparando, ya son muchos años demostrando”.

Eso sí es verdad. Muchos años mostrando.

OPINIÓN

es-pr

2023-10-15T07:00:00.0000000Z

2023-10-15T07:00:00.0000000Z

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