Carol Bass recuerda su amistad con la familia Clemente-Zabala
La estadounidense conoció por casualidad al astro boricua en un juego en Filadelfia en 1966 y se convirtió en parte de su familia
ANTOLÍN MALDONADO RÍOS [email protected]
PITTSBURGH - Los recuerdos que Carol Bass grabó en su memoria en aquel pasillo frente al camerino visitante nunca se borraron cuando el Connie Mack Stadium de los Phillies de Filadelfia cerró sus puertas el 1 de octubre de 1970.
Cada año, en cada aniversario relacionado al astro boricua Roberto Clemente, sea por su día anual (15 de septiembre), por la conmemoración de su hit 3,000 cada 30 de septiembre (un día como hoy), o en la fecha que se recuerda su trágica muerte (31 de diciembre), docenas de historias vuelven a ser contadas por múltiples personajes que lo conocieron. Y la de Carol Bass es muy única.
¿Pero qué tienen que ver los Phillies, su desaparecido estadio y esta joven campesina de las cercanías de Filadelfia, que vivía justo al otro lado del estado de Pensilvania, a casi cinco horas de Pittsburgh, donde jugaba Clemente con los Pirates?
“Lo conocí en un partido de los Phillies el 26 de junio de 1966, como una fanática cualquiera. Mi papá me llevaba a los partidos de los Phillies porque vivíamos cerca de ahí, en el este de Pensilvania”, relató Bass, de 74 años, a El Nuevo Día en una entrevista reciente en Pittsburgh.
“Habíamos visto todos los equipos de la Liga Nacional, menos los Pirates”.
Aquel día 26 de junio, fue un domingo Día de los Padres. Carol tenía entonces 17 años y recién comenzaba a estudiar en la universidad. Hija de padres divorciados, vivía con su madre. Así que cada oportunidad para ver a su padre John Brezovec, un inmigrante que había llegado décadas antes a Estados Unidos junto a sus progenitores desde Yugoslavia, era una buena excusa para que padre e hija disfrutaran un buen partido de béisbol.
“Como regalo para el Día de los Padres, yo hice arreglos de ir a un partido de los Pirates”, contó en un español fluido.
“Nuestra rutina siempre después de un partido, era que él iba con los Phillies a su clubhouse, y yo iba a una de las puertas del equipo visitante, tratando de buscar autógrafos”.
Ese 26 de junio en particular, Dios, el béisbol, un favor de Carol y su padre, y la gratitud de Roberto en respuesta, atarían lazos de amistad que perduran hasta hoy. Aun después de la muerte de Clemente el 31 de diciembre de 1972, cuando cayó al mar el avión en que llevaba suministros en una misión humanitaria hacia Nicaragua. Tras su sorpresiva partida a sus 38 años, Carol continuaría una estrecha relación familiar con Vera y sus tres hijos, Roberto Jr., Luis Roberto y Roberto Enrique.
“A veces no los reconocía después de no tener el uniforme. Porque sabía todos los jugadores y sus números de uniforme, pero con su ropa regular no los reconocía. Eso era antes de los celulares y las redes sociales”, prosigue Carol su relato frente a la vieja residencia que perteneció a Vera en Pittsburgh, que adquirió poco después de la muerte de su famoso esposo.
“Era un domingo, y después de una serie de tres partidos, venían (por el pasillo) lo que yo creía que eran jugadores, con sus trajes, pero no los reconocía. Y siempre venían con gente alrededor y no tenía la vista clara de quién era quién. Al final venía una figura que llamaba mucho la atención y yo me dije, ‘ah, a lo mejor es (Will) Stargell o Clemente, pero no reconocía quién era”.
“Entonces yo estaba parada a la distancia, y parecía que se me acercaba, y yo miraba para atrás pensando que era con alguien detrás de mí. Llevaba como dos maletines pequeños en cada lado. Y se paró frente de mí, y le dije, ‘may i have your autograph’”, le preguntó a Clemente sin saber que era él.
“Yo no reconocía quién era. Y firmó, ‘sincerely, Roberto Clemente’. Cuando vi eso -yo
que había empezado a estudiar español en la escuela secundaria- le dije, ‘ah, señor Clemente, gracias’. Él se sonrió y me empezó a hablar en español. Ay Dios mío, yo me he quedado como una cangreja roja, porque no encontraba cómo pararlo y decirle que yo no entendía todo lo que me estaba diciendo. Entonces al final cuando paró, me di cuenta con su tono que a lo mejor me estaba haciendo una pregunta. Entonces yo le dije, ‘I’m sorry Mr. Clemente. I’m just started studying, i don’t know’. Y me dijo, ‘what?, you don’t stop me’”.
LO LLEVARON AL AEROPUERTO
Inexplicablemente, tanto Clemente como otros de sus compañeros, habían sido dejados varados en el estadio. Carol recuerda que en el instante que lo conoció había mucho ruido, personas gritando que los habían dejado. Fue cuando ella, sin pensarlo, le dijo a Clemente que iría hasta donde se encontraba su padre para ver de qué manera podían ayudarle.
En resumidas cuentas, Carol y su padre terminaron llevando al aeropuerto a Clemente y su compañero Andre Rodgers.
“La única pregunta que me hizo Roberto fue qué aspiraba yo hacer en los estudios. Le dije que quería trabjar en los Cuerpos de Paz para ayudar a jóvenes que necesitaban ayuda. O que quería tener una casa para huérfanos y dar cariño a jóvenes que no tenían padres y que posiblemente no tenían personas que los quisieran. Y claro, conociéndolo después, esas palabras le tocaron el corazón. Él me dijo, ‘¡wow, tú eres tan joven y tienes esas metas!’”
Carol recuerda que Clemente le dijo a su padre John antes de despedirse, que lo llamara con cargos. Le había dado una nota con su número de teléfono.
“Roberto le dijo, ‘no quiero que esta amistad termine; quiero que conozcan a mi esposa y mi familia. Así que llámame, y hagamos arreglos’”, fueron las palabras de Clemente antes de despedirse.
En el camino Roberto le había comunicado también a su padre, que en sus años en Estados Unidos nunca había sentido una conexión tan inmediata con alguien. “Míranos, lucimos tan diferentes y tenemos tanto en común”, le diría Clemente.
LA INVITACIÓN A PITTSBURGH
Más tarde en el día, cuando su padre la dejó en casa, su madre le contó que había llamado “un hombre con acento”, y que le dijo que alguien le llamaría de nuevo al día siguiente.
“Yo me imagino que mi papá le dio a Roberto el número de teléfono de la casa de mi mamá. Pero yo no lo sabía. Efectivamente, fue Phil Dorsey, su manager (representante), que llamó a mi mamá, y le dijo que estaba llamando de parte de Roberto Clemente, y que Roberto quería invitar a la familia entera a un partido para que conociéramos a su familia”.
Carol no solo fue a un partido de los Pirates con su padre en Forbes Field. También conoció a Vera, con quien Clemente se había casado en 1964.
Fue el inicio de una amistad, que llevó a Carol a visitar la isla varias veces con su familia. Incluyendo el mismo 31 de diciembre de 1972, cuando Vera fue a recogerlas a ella y a su madre, y esperaban pasar juntos la despedida de año. Una fiesta que nunca se celebró pues Clemente falleció poco después de despegar su avión en Isla Verde.
“UNA PESADILLA VIVA”
“Mi familia y yo teníamos nuestro viaje anual a la casa de Roberto y Vera (en Carolina), siempre, un día o dos después de la Navidad, por una o dos semanas. Por sus esfuerzos para hacer la campaña de ayuda para las víctimas del terremoto en Nicaragua, demoramos nuestro viaje para el 31 de diciembre, saliendo de Nueva York. Perdimos dos vuelos por tapones y llegamos más tarde ese dia. Doña Vera nos buscó cuando llegamos. En total, yo me quedé con ella por un mes, y estaba en su casa durante todos los días y momentos de la tragedia y el accidente... una pesadilla viva”, recordó sobre el panorama que encontró en Puerto Rico en esa visita en particular, y que no pudo ver a Roberto una última vez pues ya había partido en el avión.
En el momento que Vera la recogió a ella y su madre en el aeropuerto, todavía no habían noticias del fallecimiento de Clemente y los otros tripulantes.
“Cuando Roberto tenía una serie afuera (de Pittsburgh) siete a 10 días, ella (Vera) venía con los tres niños a nuestra casa en la finca, y se quedaban ahí. Él a veces los traía manejando, dejándolos en nuestra casa en Filadelfia”, agregó.
“Y cuando yo iba a Puerto Rico era una o dos semanas, para la parranda en la Navidad. Pero en el verano él estaba jugando aquí. Y entonces Vera nos visitaba. Y al final de la temporada, no todos los años, pero casi cada año, antes de irse a Puerto Rico, él iba a nuestra casa en la finca, y se quedaba con Vera por una semana o dos”, compartió.
“Lo bonito es que los hijos, como eran tan chiquitos, y sabían cómo éramos, ellos siguen la amistad conmigo como si Vera y Roberto vivieran”, terminó Bass.
“Yo no reconocía quién era. Y firmó, ‘sincerely, Roberto Clemente’. Cuando vi eso -yo que había empezado a estudiar español en la escuela secundaria- le dije, ‘ah, señor Clemente, gracias’. Él se sonrió y me empezó a hablar en español” “Mi familia y yo teníamos nuestro viaje anual a la casa de Roberto y Vera (en Carolina), siempre, un día o dos después de la Navidad, por una o dos semanas. Por sus esfuerzos para hacer la campaña de ayuda para las víctimas del terremoto en Nicaragua, demoramos nuestro viaje para el 31 de diciembre”
CAROL BASS AMIGA DE LA FAMILIA CLEMENTE
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2023-09-30T07:00:00.0000000Z
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