LA SALUD DE LOS POLÍTICOS: ¿CUÁNDO SE PUEDE O NO SE PUEDE GOBERNAR?
Fernando Cabanillas, MD ONCÓLOGO
La salud de los políticos siempre ha sido objeto de interés público. Los ciudadanos y la prensa a menudo desean conocer el estado de salud de quienes ocupan cargos públicos, lo cual no es sorprendente. Los políticos, por supuesto, son muy conscientes de esto y frecuentemente manipulan la información. Por ejemplo, en el año 2016, el Dr. Harold Bornstein emitió una declaración en la que afirmaba que la salud de Trump, quien en ese momento se postulaba como candidato a la presidencia, era “notablemente excelente” y que sería el individuo más saludable jamás elegido para el cargo presidencial. Esto no parecía ser una comunicación típica de un médico respetable. Con el tiempo se reveló que esa carta exagerada había sido redactada por Trump, y le pidió al médico que la firmara.
¿Deberían los políticos revelar cada detalle de su salud a los ciudadanos?
La respuesta es compleja y depende de varios factores. Los líderes políticos toman decisiones cruciales, por tanto, la transparencia en relación con su salud es una preocupación legítima. Por otro lado, también plantea un dilema ético: ¿Hasta qué punto deben los médicos de los políticos revelar detalles de la salud de sus pacientes? ¿Existe una línea infranqueable entre la transparencia y la privacidad?
Por un lado, los defensores de la transparencia total argumentan que es un asunto de interés público. Los votantes tienen derecho a conocer el estado de salud de sus posibles líderes, ya que esto podría afectar directamente su capacidad para servir. Este argumento se fortalece con casos en que los políticos tuvieron que renunciar debido a problemas de salud no revelados. Por ejemplo, el senador Thomas Eagleton tuvo que retirarse de la carrera presidencial en 1972 después de que se reveló que había sido hospitalizado tres veces por “agotamiento” y “depresión”; había recibido atención psiquiátrica y tratamiento con electrochoque.
Sin embargo, este argumento abre una caja de Pandora. Desde mi punto de vista, los detalles sobre la salud son de naturaleza sumamente personal y deberían mantenerse en privado, a menos que tengan un impacto directo en la capacidad de un candidato para cumplir con sus responsabilidades. ¿Pero quién decide eso? Compartir todos los pormenores de la salud podría dar lugar a especulaciones innecesarias. Además, existe el riesgo de que los votantes puedan discriminar contra los candidatos basándose en su estado físico, incluso cuando se trata de condiciones que no afectan su capacidad para gobernar. Esto podría llevar a que se pasen por alto candidatos altamente capaces debido a enfermedades bien controladas, que no interfieren con sus deberes.
El debate se vuelve aún más complejo al considerar la salud mental. Mientras que los problemas de salud física a menudo son más visibles y cuantificables, la salud mental es diferente. Pedir una revelación total podría desalentar a postularse a individuos con afecciones de salud mental o neurológicas leves, aun teniendo la capacidad de desempeñarse efectivamente como líderes.
Un caso reciente es el del senador Mitch McConnell, quien experimentó dos episodios de congelamiento en público en un período de dos meses. Aunque estos incidentes provocaron preguntas sobre su salud, el médico del Capitolio declaró que no había evidencia de que McConnell tuviera un trastorno convulsivo o que hubiera sufrido un accidente cerebrovascular o la enfermedad de Parkinson. McConnell fue médicamente autorizado para continuar con su trabajo. Sin embargo, el médico no ofreció detalles en cuanto a qué exámenes le había hecho ni los resultados. Se limitó a decir que los episodios pudieron ser causados por deshidratación, lo cual es ridículo.
Finalmente, tenemos el caso del expresidente Donald Trump. En una reciente entrevista con The Washington Post, Trump insinuó que su salud podría ser un factor importante a la hora de considerar si se postulaba nuevamente en 2024. Esta fue la primera vez que Trump, quien ha sido notoriamente reservado respecto a sus problemas médicos, pareció admitir que problemas de salud podrían influir en su decisión de postularse. En la entrevista dijo: “Pareces estar en buena salud, pero mañana recibes una carta de tu médico que dice: ‘ Ven a verme de nuevo’. Eso no es bueno cuando usan la palabra ‘de nuevo’”. ¿A qué se refería Trump? Nadie ha podido descifrarlo y permanece el misterio.
En fin, la contestación a la pregunta sobre si los políticos deben revelar cada detalle de su salud no es blanco y negro. Es un delicado equilibrio entre el derecho del público a saber y el derecho individual a la privacidad. Quizás el enfoque no debería estar en la divulgación completa, sino más bien en la divulgación relevante. Los políticos deberían ser exhortados a compartir información sobre la salud que pueda impactar directamente su capacidad para servir, facilitando así que los votantes puedan tomar decisiones informadas sin infringir el derecho individual a la privacidad. Incluso los políticos, como cualquier ciudadano, tienen derecho a cierta privacidad médica.
El Dr. Sean Conley, médico del presidente Trump, enfrentó críticas por su manejo de la información sobre el diagnóstico y tratamiento cuando el mandatario enfermó de Covid-19. El Dr. Conley inicialmente esquivó preguntas sobre si Trump había recibido tratamiento con oxígeno. Sin embargo, más tarde tuvo que reconocer que Trump tuvo dos episodios de caída en sus niveles de saturación, y recibió oxígeno en la Casa Blanca. A pesar de estos episodios, el Dr. Conley sugirió un posible regreso del presidente a sus funciones tan pronto como al día siguiente. Luego se supo que Trump estuvo a punto de que lo intubaran y lo colocaran en un respirador.
Estas acciones provocaron múltiples críticas sobre la transparencia del equipo médico del presidente durante su enfermedad con Covid. Es importante señalar que un médico está legal y éticamente obligado a proteger la privacidad de su paciente, pero en el caso de un presidente, muchas veces esta información es de gran interés e importancia al público.
Se rumora que Trump ya no confía ni en sus médicos, y ahora enfrenta su salud con un manual “Do It Yourself ”. Él mismo se diagnostica y redacta sus propios informes médicos. Si alguna vez necesitara cirugía, seguramente lo veremos operándose a sí mismo y transmitiéndolo en vivo desde su nueva plataforma “From the desk of Donald Trump”, o mejor todavía: “From the operating room of Donald Trump”.
¿Por qué no? Después de todo, él es un autoproclamado ‘genio estable’, superior a todos los demás genios, incluyendo a Einstein, quienes -según él- son inestables.
CONSEJOSSECCION DEAQUÍ CABECERA
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2023-09-24T07:00:00.0000000Z
2023-09-24T07:00:00.0000000Z
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